martes, 4 de marzo de 2008

El polígrafo


Nada es lo que parece, eso parece. En el noentiendonada de las falsas verdades, de las verdades ocultas, de las medias mentiras o de las mentiras de vuelta y media, va y nos piden que vayamos a votar. Cornudos y apaleados. Vayan pasando a matar.
La realidad disfrazada de verdad absoluta, joder qué acojone. No sé ustedes, pero a mi me da que los políticos de turno, derecha, izquierda, delante y detrás, un dos, tres que decía la yenka,
se han pasado dos pueblos con los gintonics. O eso, o nos toman por estúpidos, según la acepción de Carlo M. Cipolla.
Cuando enciendo la tele, leo el periódico o escucho la radio (la información por internet, aún la llevo mal) tengo siempre la sensación que todo el mundo miente, aclaro para ofender lo menos posible, que toda la panda de sinvergüenzas que nos gobiernan, nos miente. Hay políticos buenos y malos, claro está, pero curiosamente, ninguno de los buenos tiene poder real, poder fáctico o simplemente un par de cojones para cambiar esto. Y es que esta democracia no me gusta. Sé que si alguien leyera este blog, mandaría sus jinetes con sus mejores corceles dirección el castillo del listillodeturno, para tomarlo y someterlo. Ustedes digan lo que quieran, pero tengo la impresión que el reino del politiqueo general está lleno de mamones y chorizos, y que además aún no está lleno y caben muchos más. Certeza, no tengo ninguna, solo impresiones, para profundizar léanse si quieren a Kant, yo prefiero otras lecturas más excitantes aún: facturas de la luz, del gas, del agua, del alquiler y del teléfono. Se las recomiendo.
Y es que en campaña electoral vale todo. Y no me gusta. En la plaza del insulto y del menosprecio no me gusta torear, tampoco ser espectador de plaza y mucho menos el toro, que casi siempre muere. Si uno no quiere que no le den gato por liebre tiene que calzarse el disfraz de Sherlock Holmes y trabajar sin descanso día y noche, pero sin Watson, pipa, violín ni cocaína. Vaya rollo. Es por ello que prefiero tomarme unas cañas con mi amigo Juan hasta que se nubla el horizonte, condición necesaria para otear una verdad en este presente cambalache, problemático y febril que cantaba Enrique Santos Discépolo, aunque yo les recomiendo la versión de Serrat, maravilla de las maravillas.

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