domingo, 27 de abril de 2008

Arroz


No sé como os llamáis y tampoco estoy seguro de querer saberlo. Se que os escondéis en algún despacho de algún edificio de alguna ciudad de algún mundo. Y también sé que no salís a la calle porque tenéis miedo a que os rebañen el pescuezo. Y no me extraña. No sé que sois: empresarios, asesores, políticos, abogados… ni como vestís. Solo sé una cosa, no os tengo ningún respeto como seres humanos. Sois lo peor.

Vosotros habéis creado una crisis alimentaria mundial. Hace mucho tiempo decidisteis matar al tercer mundo de hambre y ahora venís a por nosotros. Quizás sea una penitencia por callar tantos años delante de las atrocidades que habéis cometido y que no hemos denunciado, en nombre de la sociedad del bienestar o como coño se llame. Sí somos cómplices de ello, yo también le he comprado unas Nike a mi hijo, pero creo que ahora os habéis pasado tres pueblos. Me intentaré explicar.

Que el hombre ha matado y ha robado siempre, es cierto. Pero un cosa es ser el Robin Hood de las películas y la otra ser un Charles Montgomery Burns a lo hijoputa. Y vosotros, estoy seguro que os parecéis al segundo. Una cosa es traficar con armas y la otra con comida. Y aún más, una cosa es traficar con caviar de beluga y la otra con alimentos de primera necesidad, como por ejemplo la leche, el arroz o el trigo. Y no lo digo porque me jode pagar más caro el kilo de arroz, listillos, sino porque el arroz es el alimento básico y único de millones de personas. Una cosa es ganar pasta con el vecino y la otra matar a sangre fría.

Me revienta que existan personajes así, de hijo de la gran puta para arriba, y aún me revienta más que las instituciones democráticas callen y que su silencio mate. Y mate por dinero. Que ha pasado ahora con el arroz? Fácil. Unos señores empresarios hace tiempo que están comprando las cosechas de cereales, de hecho hoy es posible que se esté comprando una cosecha del 2015. Se lo han guardado, se han convertido en stocks y ahora controlan su precio. Nos van hacer pagar lo que ellos quieran y mientras en el camino se van quedar unos cuantos.

Mi amigo Juan, pincho de tortilla en mano, me pide calma y me dice que no me preocupe, que todo esto se va ir a la mierda, que probablemente nosotros lo veremos y que seguramente es lo mejor que nos puede pasar. Nos lo merecemos.

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